Cuatro preguntas clave que nos deberíamos hacer sobre el referéndum de Tsipras

Sobre el referéndum griego…

Tengo que confesar que no acabo de entender por qué el primer ministro griego Alexis Tsipras convocó este referéndum. Y menos aún si se tiene en cuenta que según las encuestas existentes y considerando la previsible e implacable campaña de miedo lanzada por la Unión Europea y desde todos los poderes institucionales, económicos y mediáticos del statu quo mundial, parece posible que lo pierda, o mejor dicho que acabe ganando la propuesta de llegar a un acuerdo con la Troika. Obviamente, los referéndum son muy democráticos, pero hasta qué punto es legítimo que los dirigentes políticos pasen la pelota al conjunto de la población en un tema trascendental, con tantos componentes técnicos especializados que no están al alcance del conocimiento de la mayoría del pueblo. Por eso creo conveniente primero recordar algunas cosas y en segundo hacer algunas hipótesis sobre lo que puede haber por detrás del movimiento que realizó el gobierno griego.

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¿Tendrá el apoyo de las izquierdas europeas?

En primer lugar, no hay que olvidar que Tsipras y Syriza ganaron las elecciones con un programa de lucha contra la austeridad, que implicaba una importante condonación de la deuda griega, para ser capaces de salir de la crisis y de conseguir el crecimiento de la economía. Y, en ese sentido, esperaban tener el apoyo de las izquierdas europeas, especialmente de las que estaban en el poder, es decir la socialdemocracia francesa e italiana (y no deberíamos olvidar que los socialdemócratas alemanes también están en el gobierno de coalición con Merkel). Sin embargo, a la hora de la verdad no han tenido ni el más mínimo apoyo de nadie; al contrario, el italiano Mateo Renzi fue uno de los primeros en poner leña al fuego de la campaña del miedo de la Unión Europea.

¿Es posible realmente renegociar la deuda?

Tampoco hay que olvidar, que Tsipras y Syriza se presentaron a las elecciones sin poner en cuestión abiertamente el euro, incluso dejando entrever que Grecia debía (y podía) tener la misma moneda que los alemanes, siguiendo así el camino de la gran mayoría de las izquierdas europeas. Así pues, Tsipras y Varoufakis comienzan las negociaciones con la Troika (a la que formalmente le han cambiado el nombre por el de «las instituciones») intentando conseguir una condonación de la deuda y simultáneamente el mantenimiento de las ayudas necesarias para poder hacer en Grecia las políticas prometidas: resumiendo mucho, dejar de lado una serie de medidas antipopulares tomadas desde 2010, especialmente en el mercado de trabajo, luchar contra la austeridad, y tener recursos para hacer las reformas necesarias en pro de una senda de crecimiento económico y redistribución de la renta.

Pero rápidamente se estrellan contra el muro de la realidad. Aunque ya sabe que recuperar la totalidad de la deuda griega es imposible, a la Troika le interesa mantener viva esa idea, cuando más tiempo mejor, porque mientras tanto la misma Troika y los bancos y otras instituciones implicadas irán recuperando una parte de la deuda (al menos hasta ahora, ya que Grecia continuó su reembolso).

¿Salir del euro es la única solución?

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El economista griego Costas Lapavitsas / UNCTAD

Desde la propia Syriza la corriente «Plataforma de Izquierdas» -con una importancia creciente dentro del partido-, y concretamente Lafazanis, Kouvelakis y sobre todo Lapavitsas desde el punto de vista económico, ha insistido (y así se ha demostrado) en que lo que pretendían Tsipras y Varoufakis, como representantes de la mayoría del partido, era imposible de conseguir en el marco del euro. Sin embargo, estos no han cambiado su estrategia y, para mantener sus compromisos electorales, se están viendo abocados a dejar de pagar la deuda («default») y a convocar el referéndum.

Un pequeño interludio. Como varios economistas lo han repetido, entre ellos Lapavitsas, los países periféricos como Grecia no pueden luchar contra la austeridad si tienen como moneda el euro. El euro implica necesariamente la austeridad para estos países. ¿Por qué? Pues porque el euro no es la moneda de ningún país, solo la controla el Banco Central Europeo, que no debe rendir cuentas a ningún poder democrático (sólo informa, de vez en cuando, a una comisión del Parlamento Europeo) y se ha convertido en un sistema de tipo de cambio fijo: los países no pueden devaluar o revaluar su moneda de acuerdo con lo que les exigiría sus déficit o superávit de la balanza por cuenta corriente.

El mercado dejó de funcionar. Si existiera un sistema de tipos de cambio flexible, la moneda alemana se apreciaría (se revaluaría) como consecuencia de sus elevados superávit exteriores mientras que la moneda de los países con déficit exterior se depreciaría (se devaluaría). Pero, con el euro, que quiere decir tipos de cambio fijo e imposibilidad de devaluar la moneda, esto no pasa y cuando los países débiles tienen déficit exteriores solo pueden intentar recuperar su competitividad con la devaluación interna: es decir, reducción de salarios y endurecimiento de las relaciones laborales, por un lado, y consolidación fiscal -disminución de gastos públicos y aumento de ingresos públicos- por el otro. O sea políticas de austeridad. En el marco del euro, los países periféricos de la eurozona solo pueden ser más competitivos haciendo políticas de austeridad.

¿Qué puede pasar después del referéndum?

No creo que nadie lo sepa pero se pueden repasar las diferentes hipótesis.

Si gana el no que defiende el presidente griego, Tsipras saldría muy reforzado, en particular internamente, en su país y en su partido. ¿Y qué consecuencias económicas tendría esta hipótesis? Quizá cabría la posibilidad, probablemente muy remota, que la Troika se aviniera a condonar una parte importante de la deuda griega y a volver a negociar el pago del resto. Esto daría oxígeno por un tiempo a Tsipras y a su gobierno pero el problema de fondo persistiría: la imposibilidad de hacer políticas de crecimiento económico y de redistribución de la renta (políticas anti-austeridad) en el marco del euro.

En el caso en el que la Troika no quisiera negociar, Tsipras estaría legitimado para, a corto plazo, no devolver la deuda («default») y para salir del euro («grexit»). Aunque  esto último difícilmente lo podrá evitar, en cualquier caso a medio plazo, si quiere dejar de lado la austeridad, es decir hacer realmente políticas de crecimiento económico y redistribución de la renta como las prometidas por el programa electoral de Syriza.

En cambio, si gana el sí, es decir que la mayoría del pueblo griego acepta que se llegue a un acuerdo con la Troika con las condiciones que esta imponga, es evidente que eso debilitaría mucho a Tsipras tanto internacionalmente como en el interior del país. Creo que no está tan claro en qué posición quedaría dentro de su propio partido ya que si, por un lado, esto lo podría debilitar porque habría perdido, por otro, podría permitirle intentar desautorizar a la «Plataforma de Izquierdas» —que lo empuja hacia posturas más radicales y a salir del euro— diciendo que, como se ha visto en el referéndum, ese no es el deseo del pueblo griego.

Por lo tanto, se plantearía una situación muy complicada en la que, de entrada, se debería ver si la propia Syriza es capaz de mantenerse unida. Algo que podría hacer Tsipras, pero desde una posición muy debilitada, sería negociar de nuevo con la Troika ya que de hecho sería el mandato que habría surgido del referéndum. Una segunda posibilidad sería la retirada de Tsipras y la constitución de un nuevo gobierno y una nueva mayoría con un nuevo liderazgo en Syriza, lo que creo bastante improbable. Parecería más probable que se convocaran unas nuevas elecciones parlamentarias en las que habría que ver: primero si Syriza es capaz de volver a presentarse unida y, segundo, quién las ganaría y si sería posible formar un gobierno con una mayoría clara y una estrategia política y económica que permitiera a Grecia abandonar el callejón sin salida en el que se encuentra actualmente. No creo que, con un resultado de este tipo (el sí en el referéndum), hubiera muchas más posibilidades.

Antoni Soy es economista y profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona

 

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